La industria cañera en Rioverde y Ciudad Fernández se consideraba a la par de la huasteca, pero diversos fenómenos se conjugaron para que desapareciera de esta región, dejando solo el vestigio de sus chachuacos, algunos derruidos por el tiempo y otros que siguen desde lo alto obervando como el presente los ha borrado de su historia.
El primer dato histórico regional -–en poder del Archivo Histórico-, versa sobre los antecedentes de los molinos en un mapa de 1874, donde se ha colocado la ubicación geográfica de varios, entre ellos el molino de Díaz Sandi, el molino de Robles. EL Tepeyac después fue del Lic. Lorenzo Nieto, el de Fructuoso de Pro. San Marcos, también el de Castro y Carreón y del Dr. Arturo Piernás.
El más importante fue el de la hacienda de San Diego, hacia 1906, el sitio tenía un molino con todos los elementos modernos y un completo personal. Se elaboraban 14 cargas diarias además de la producción de la caña que se daba en gran escala.
La trasportación de la caña de azúcar de los terrenos al molino, se hacía en plataformas, teniendo un camino de vía férrea de 36 kilómetros, en perfecto arreglo. Por lo que respecta a la hacienda de El Jabalí, a 10 kilómetros de la población, era propiedad del teniente coronel don Pablo de Escandón, contaba con 26 leguas de extensión, con molino y calderas para la elaboración del piloncillo con sistema enteramente nuevo, y la más moderna maquinaria, produciendo 10,000 kilogramos diarios de piloncillo.
Las haciendas de San Diego y el Jabalí estuvieron comunicadas por vías de ferrocarril hasta la estación del tren se exportación caña, naranja, piloncillo y otros artículos de consumo. En esta época existían en el partido de Rioverde 30 molinos de caña que extraían el jugo de la caña de azúcar.
Se puede considerar que la época dorada para los ferrocarriles en Rioverde fueron los años veintes y los años treintas, cuando el tren trasportaba productos agrícolas de esta ciudad a diferentes mercados del interior del país como maíz, chile, naranja, cacahuate y piloncillo; de este último producto no hay que olvidar que en nuestro pueblo existían más de cincuenta trapiches o molinos de caña de azúcar que lo producían.
En 1941 Los trapiches que en ese tiempo funcionaban eran los siguientes: San Sebastián,, San José del Tapanco, Plazuela, El Puente de El Carmen, Los Ferretiz, El ingenio San Marcos, La Pasadita, La Isla, la Isleta, El Molino Colorado, Santa Fe, Magdalena, Salitrillos San Juan, Arroyo Hondo, Ojo de Agua de Solano Canoas, San Balandrán en la escuela granja, El Jabalí, San Diego, El Coyote, La Loma, Las Adjuntas, Puestecitos, Angostura, La Malanca, El Rodano, El de Pedro Gallegos por el camino a El Refugio, el de la Cantera y La Ciénaga
También los molinos de Ponciano Rodríguez Hernández, Cornelio Hernández, Dr. Gabriel Martínez Martínez, Juan Chessani, dos del Lic. Lorenzo Nieto Pro, uno era el Tepeyac, entre otros.
Todos estos trapiches de la región eran arreglados al sufrir alguna falla mecánica por Bernardino Verástegui o por Crescencio González.
La inmensa cantidad de hectáreas de caña de azúcar de donde eran abastecidos los trapiches estaban repartidos, en la forma siguiente: 500 hectáreas en Angostura de don Juan Domínguez; Puerta del Río y San Isidro. En Plazuela; San José del Tapanco, Vielma, Santa Isabel, Acequia Salada y lugares circunvecinos, 700 hectáreas. Zona de influencia de los canales de agua de la Media Luna, El Jabalí y El Coyote, 300 hectáreas. Zona de influencia de los canales de agua de la Media Luna, región de riego de Rioverde, 500 Hectáreas. Zona de influencia de Ciudad Fernández y canales de agua de la Media Luna 300 hectáreas.
En 1902 había 30 molinos de caña de azúcar, 11 movidos por vapor, 9 por fuerza de sangre, hombres y animales, y 10 por caída de agua. El piloncillo que se obtenía se comercializaba como endulzante, era de color café del tamaño de una cuarta de mano y en forma de cono.
Para el 19 de enero de 1971 en reportaje del periodista Roberto Reynoso Parra, refirió que estaba por desaparecer en la región, la otrora boyante industria de la elaboración del piloncillo. Esta producción tuvo su época de oro allá por la década de los años treinta, cuando existía una superficie de más de 2 mil hectáreas sembradas de caña de azúcar, la que surtía un número aproximado de 42 trapiches.
En tiempo de zafra, una fuerte inyección a la economía de toda la región. 2 o 3 toneladas por hectárea la fertilización con químicos no existía, lo común era hacerlo con estiércol, guano, abono de hormiga.
Eran las 10.30 horas de la mañana del 8 de febrero de 1987 cuando dejó de funcionar el último molino de motor que era de don Juan Verástegui López dejando recuerdos de lo que fue la primera industria rioverdense.
El ocaso de esta industria se debió a la creciente popularidad de los ingenios azucarero de la Huasteca Potosina.